«Había quien decía que el elefante era un gruñón. Había quien aseguraba que estaba ocultando su tristeza. Había quien creía que simplemente prefería la sombra.»
El elefante está triste. Se ha quedado en la sombra, y no habla ni se relaciona con nadie. Los demás animales intentan animarlo: el mono, que sabe contar chistes; las hermanas avestruz, que son excelentes bailarinas, e incluso el cocodrilo. Pero el elefante no sonríe, ni se mueve, solo suspira y permanece en la sombra. Entonces, un pequeño ratón se acerca casi sin aliento y se sienta junto al elefante. Solo quiere descansar. Así que los dos se quedan en silencio. Más tarde, el ratón le cuenta su historia, lloran y, finalmente, más aliviados, marchan en busca de la casa del ratón.
Las hipnotizantes imágenes en tonos saturados y brillantes, creadas por Valerio Vidale, intensifican el contraste entre la alegría y la tristeza, al mismo tiempo que el degradado de azules da profundidad a una historia narrada con sutileza y encanto.